sábado, 23 de enero de 2010

ANTONIO RUIZ LOPEZ DE LERMA

SAGRARIO




Unos años de escuela,
pero de niña pobre, que medía
la estampa de la calle.

Unos años de escuela, deshojando
la rosa de las horas.

-Sí,.... no..... ?

Los pétalos doraban las ausencias.
y florecían los versos.
Los ojos –dos uvas de una cepa centenaria-
soñaban con el cielo.
Reclamaban amor.

Juegos, amor de sombras,
cariños por la monja...
Después... un himno resonó en las calles
-Eran cosas de grandes-.

Un babero,
unas trenzas y la comba,
las esquinas del alma.

-¿quién lo sabe?-

La niña hilaba lunas;
se agrandaba el salón de la comida.
La lección se hizo libre...
libre...
No estaba el crucifijo,
pero ella tenía amor.
Ella tomaba
el zumo de la vida. Componía
con lapicero eterno.

La llamaron
para que hiciese rosas perdurables
sobre la seca tierra de sus pasos.

Luego, la capital...
y se hacía “grande”.

-Un poco de dolor, alguna nota
de música añorante-
Salió a la vida;
y el tiempo, como loco, deshojaba
la margarita leve de los días.

-Los ojos nunca crecen-
No crecieron las pupilas de noche,
porque el tiempo de luna es infinito...

Pero sí supo ver, en la distancia,
ese brasero eterno...

Lo sagrado
se le hizo cicatriz. Y fue Sagrario
-eterna sobre el tiempo-
porque se hizo de versos
paso a paso.


ANTONIO RUIZ LÓPEZ DE LERMA
Valdepeñas, 9 de septiembre de 1984

No hay comentarios:

Publicar un comentario